lunes, 15 de septiembre de 2008

Colisionador LHC "¿La máquina de Dios?"

Ayer funcionó con éxito el más grande colisionador de hadrones que tiene el mundo. Es un anillo de 27 Km de diámetro, que se encuentra a 100 m de profundidad, en la frontera entre Suiza y Francia. Hará girar protones positivos en un sentido del anillo y negativos en el otro. Se alcanzarán velocidades cercanas a la de la luz para luego hacerlos chocar. El experimento más importante de la historia tiene dos fines: verificar la teoría de partículas más aceptado: para ello habría que encontrar el bosón de Higgs, partícula por ahora teórica. El otro objetivo es recrear, en pequeño, los primeros instantes del Big Bang, de allí el nombre de "máquina de Dios". Estimo que este es un nombre que contradice el segundo mandamiento "No tomarás el nombre de Dios en vano". Mejor llamarlo simplemente por sus siglas LHC (Large Hadron Collider).

jueves, 14 de agosto de 2008

Alcoholismo

Noción. Ordinariamente se aplica el nombre de e. a la pérdida total o parcial de la conciencia, debida a la intoxicación por el alcohol etílico (v. ALCOHOLISMO) o por otras bebidas (v.) espirituosas. La e. puede ser total o incompleta: en la e. total hay una pérdida absoluta del control de conciencia; en la e. incompleta no se llega a ese estado, aunque se embotan las potencias intelectuales y disminuye la capacidad de una actuación moral, libre y responsable. Algunos autores distinguen también la e. como acto (e. activa) y la e. como estado (e. pasiva), refiriéndose con la primera expresión al acto de embriagarse, es decir, al acto de tomar vino o licor en cantidad suficiente para provocar el estado de e. En realidad, aunque puede hablarse del acto de e. (sobre todo cuando desde el principio se bebe con intención de llegar a la e.), la e. propiamente dicha es el estado subsiguiente, que no viene calificado moralmente por sí mismo, puesto que no es en sí misma una culpa, sino el efecto de una culpa, pero que se hace imputable al sujeto en virtud de la voluntariedad con que haya puesto los medios para llegar a la e.

Malicia. Conviene advertir que todas las consideraciones morales que se hagan a propósito de este tipo de e. pueden aplicarse también, prácticamente, a la pérdida de conciencia que sea consecuencia de la suministración de drogas.

El pecado de e. es reprobado repetidamente por la S. E. «Los ebrios ... no poseerán el reino de Dios» (1 Cor 6,10; cfr. Gal 5,21; 1 Cor 5,11; Rom 13,13; Luc 21,34); «Ay de los que se levantan con el alba para seguir la embriaguez, y se quedan por la noche hasta que el vino les enciende» (Is 5,11); cfr. también Prv 23,29; Sap 19,1; Is 28,7. Los Padres de la Iglesia y los teólogos son unánimes en condenar severamente este vicio (cfr., p. ej., Santo Tomás, Sum. Th. 2-2 gl50 a2). La e. completa o total es pecado mortal, si se trata de una e. prevista y querida. Esta gravedad no reside en el simple exceso de bebida (v. TEMPLANZA), ni en su mera voluntariedad, ni siquiera en la pérdida momentánea del uso de la razón en sí misma, sino en la irracional suspensión temporal de los poderes intelectuales y en la inhibición, sin motivo suficiente, de la censura moral, hechos éstos que al coexistir con una cierta capacidad de actuación hacen además posibles actos lesivos a la ley de Dios, que quizá no se cometerían.

La calificación moral de la e. se diferencia esencialmente, por estas razones, de la pérdida de conciencia que se verifica en la anestesia total o en otras situaciones semejantes, motivadas por un fin terapéutico, es decir, razonable (v. DROGAS III). En estos casos el motivo justo y suficientemente grave equilibra los inconvenientes de la pérdida momentánea de la conciencia, mientras que la e. ilícita obedece a motivos de goce sensible o se busca como un medio (inadecuado e ineficaz, por otra parte) para huir de situaciones difíciles o para evitar momentáneamente ciertas responsabilidades. El envilecimiento de la condición humana, las actitudes inmorales y repugnantes que pueden aparecer durante la e., el daño que se causa a la salud corporal (especialmente con la e. repetida y habitual), los perjuicios acarreados a la armonía familiar y a la convivencia social, y el riesgo de contraer una verdadera esclavitud (dipsomanía) con respecto a las bebidas embriagantes, son otros motivos que contribuyen a configurar la gravedad moral de este pecado.

Cuando la e. no es completa, de ordinario no hay materia grave y no se llega al pecado mortal, pero por circunstancias especiales podría también llegarse: p. ej., por razón del escándalo que se produzca; por el daño que se cause, a sí mismo o a otros; por la intención torcida que haya motivado la e. parcial, etc. Los pecados que se cometen en estado de e. completa no son imputables en sí mismos, puesto que se realizan sin advertencia -la imputabilidad directa existirá en mayor o menor grado según sea mayor o menor el uso de razón que entonces se tenga-, pero son imputables en su causa (que es la e. misma) si se previeron al menos confusamente antes de embriagarse, o si se pudieron y debieron prever. Esta imputabilidad de los efectos puede disminuir o incluso desaparecer cuando la e. es fruto de impulsos anormales e incoercibles -como sucede en la auténtica dipsomanía-, que quitan al sujeto la posibilidad de resistir a la tendencia a beber; aunque por otra parte la dipsomanía misma no deje de ser a veces imputable, si no se pusieron a tiempo los medios adecuados para evitarla.

El deber de una abstinencia completa de las bebidas alcohólicas no puede demostrarse por la S. E. ni por la práctica de la Iglesia ni por motivos de razón natural. A este respecto, recuérdese, p. ej., el milagro de la conversión del agua en vino en Caná de Galilea (lo 2,1-11), el vino que Jesús tomó con los Apóstoles antes de instituir la Eucaristía (Le 22,17-18), la elección del vino como materia de ese mismo sacramento (Le 22,20 y paralelos), el consejo de Pablo a Timoteo (1 Tim 5,23), etc. Estos testimonios -y el que ofrece la conciencia cristiana en todas las épocas- demuestran incluso cómo un uso de las bebidas alcohólicas, moderado por la templanza, pueda ser positivamente bueno, por motivos de convivencia, de relación social, como estimulante ligero, etc.

No obstante, en particulares circunstancias es de alabar una libre y ponderada abstinencia, querida por motivos sobrenaturales, p. ej., la caridad fraterna: «Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni hacer nada en que tu hermano tropiece, o se escandalice, o flaquee» (Rom 14,21). Esa abstinencia puede incluso llegar a constituir un deber personal en determinadas ocasiones: como medio de lucha contra malos hábitos ya adquiridos en este campo; como medio apostólico y pastoral para el trabajo entre una población. fuertemente dominada por el alcoholismo; porque así lo exijan las circunstancias (por prudencia o por ley positiva) en caso de conductores de automóviles, pilotos de aviones, etc., o en general cuando se trata de profesiones para cuyo ejercicio se requiere una completa abstinencia.

La responsabilidad moral de la e. se extiende también a los que cooperan en la e. ajena, bien negativamente (cuando no se impide la e. de otro, pudiendo y debiendo hacerlo), bien positivamente (cuando se facilita directamente la e., animando, proporcionando con ese fin la bebida necesaria, etc.). La gravedad moral de la cooperación aumenta cuando tiene además como objeto otros fines ilícitos (corrupción, seducción, etc.), que piensan conseguirse cuando la e. impida la resistencia del sujeto.

Medios espirituales contra el alcoholismo. Paralelamente a las iniciativas surgidas para combatir el alcoholismo desde un punto de vista social y meramente humano, han surgido otras que, haciendo hincapié en motivaciones de orden sobrenatural, han colaborado a disminuir su extensión. Desde ese punto de vista merece destacarse la labor dal capuchino irlandés Theobald Mathew, que en 1837 funda la Liga de la Cruz, dando origen a un movimiento que se extendió después a Estados Unidos (donde fue confirmado por los Concilios de Baltimore, 1840 y 1884, y por el Sínodo de Cincinnati), Inglaterra, Francia, Polonia, Lituania, Bélgica, etc. El objetivo fundamental era el de conseguir una promesa de abstinencia que sirviera de dique al alcoholismo, al mismo tiempo que se realizaba una labor de propaganda para dar a conocer los malos efectos económicos, sociales y fisiológicos del alcoholismo; su relación con la decadencia del individuo, arruinando su salud, la inteligencia, la libertad; con la decadencia de la familia, y con la de la sociedad, etc. (cfr. Carta del Card. Merry del Val al presidente de la Ligue Internationale Catholique contre l' alcoolisme, 23 abr. 1914: AAS 6, 1914, 266-247).

También en un plano individual, siendo la e. y el alcoholismo contrarios a la templanza, uno de los más eficaces remedios será precisamente la práctica de esta virtud. En general, tratándose de estados de intoxicación crónica, pueden aplicarse a la e. habitual los mismos criterios que se indican a propósito de las drogas, aunque el alcoholismo presente mejores posibilidades de curación que otras toxicomanías (v.). No obstante, es indispensable una colaboración entre la asistencia espiritual y los otros medios (sociales, médicos, psicológicos, etc.) que se empleen. La gran proporción de alcoholizados con una situación familiar irregular, con anomalías de personalidad, en desfavorables condiciones de habitación y trabajo, etc., indica que el problema ha de afrontarse en diversos campos. Entre los consejos ascéticos específicos, pueden destacarse la huida de las ocasiones, la conveniencia de evitar el ocio y lógicamente la necesidad de abandonar la bebida (recurriendo incluso a centros especializados) aunque, como es obvio, este punto sea el que se trata de conseguir y sea difícil que el interesado lo cumpla. La labor espiritual, sobre todo, consistirá por eso en preparar el alma y fortificarla, para que la conciencia -llegando a tener sensibilidad ante las exigencias de la Voluntad de Dios- pueda hacerse fuerte en motivos sobrenaturales y cuente con más resortes para vencer la tentación hacia la embriaguez.

sábado, 5 de julio de 2008

Zaragoza: Agua y desarrollo sustentable -14/7 al14/9

La Tribuna del Agua es la propuesta de pensamiento que ha sido creada, junto a la oferta expositiva, lúdica y cultural para responder a las necesidades de una Exposición Internacional que nace de la voluntad de realizar un ejercicio de reflexión, debate y encuentro de soluciones en relación con el agua y la sostenibilidad.



Recopilar y sintetizar conocimiento universal para contribuir a reorientar y mejorar los modelos y sistemas vigentes en materia de agua y desarrollo sostenible para el siglo XXI, todo ello bajo la óptica de la innovación. Este objetivo será alcanzado mediante el desarrollo de una serie de procesos (Semanas Temáticas, Ágora, Eventos y Encuentros Paralelos) en los que intervendrán los más relevantes actores internacionales del panorama actual del agua.

La Tribuna del Agua, herramienta intelectual de Expo Zaragoza 2008, apunta con su misión al encuentro del conocimiento en materia de los temas más acuciantes de agua y desarrollo sostenible, para que se debatan, concilien, compendien, ordenen, destilen, editen, publiquen y difundan.

El Legado de la Tribuna del Agua, sintetizado en la Carta de Zaragoza, contribuirá a posicionar a Zaragoza como referente mundial en materia de agua ofreciendo su experiencia hídrica en beneficio de la cuenca del Mediterráneo y de los países de Iberoamérica.


Actividades

5 y 6 de julio
Foro Ético del Agua
(aforo completo)

5 de julio
R. de Corea en el pabellón de Tribuna del Agua


5 de julio
Cine del agua: programa 10


5 de julio
Argentina en el pabellón de Tribuna del Agua


5 de julio
Diálogo-entrevista Cristina Narbona - Pepa Roma

martes, 3 de junio de 2008

El deporte no siempre es salud

Por Federico Ferrero

Los deportes traen muchos beneficios, y en general un balance de los efectos sobre el organismo del deportista evidencia un saldo positivo, pero como en todas las disciplinas no todo puede ser color de rosas.

Estos males producto del deporte se acentúan a medida que su práctica se hace más exclusiva e intensiva, perdiéndose el equilibrio con otras posibles actividades a desarrollar.
Por otra parte, visto desde la situación del deporte actual, se puede considerar que se a tratado a los deportistas a lo largo de la historia como conejillos de indias en su actividad.

Tenemos el ejemplo de la natación. En un principio se creía que el rendimiento era directamente proporcional a la cantidad de metros recorridos durante los entrenamiento, llegándose a exigir jornadas completas dentro de la pileta, y a recorrer alrededor de 15.000 mts. por día. Estas prácticas llevaron en muchos casos no sólo a la pérdida de rendimiento deportivo, sino, por ejemplo, a lesiones irreversibles de columna producto de estilos como mariposa o pecho.

Estructuralismo

En el sentido amplio de la palabra, e. es toda teoría que sostiene la primacía de la estructura frente a las funciones, a la atomización o a la indefinición de algo. En sentido restringido, e. es la teoría que se apoya en el modelo estructural de la Lingüística: actualmente es el sentido más usual, y a él nos referimos aquí. El e. es un movimiento ideológico, nacido en la primera mitad del s. xx, de carácter no esencialmente filosófico. Originariamente quiere ser un método científico-cultural que, en unos casos, arrastra adherencias filosóficas y, en otros, desemboca en una filosofía.

El término e. tiene su origen en la Lingüística (v. tv), de donde pasó a las ciencias humanas que se inspiraron en el modelo lingüístico; en principio, el e. es la aplicación de un modelo lingüístico a la antropología y a las ciencias sociales. Se vincula a la orientación fonológica de la Lingüística (v.), representada primero por F. De Saussure y más tarde por N. Troubetzkoy, R. Jakobson, A. Martinet y otros. El e. trabaja con el «análisis estructural», aplicado por el investigador a un sistema de significación para, en la medida de lo posible, describirlo y captar las reglas de su funcionamiento. El análisis estructural se refiere al sistema de significación en sí (le structural), prescindiendo de la cuestión de hasta qué punto el sistema de signos corresponde a la realidad «objetiva» (le structurel), mentada por esos signos. Por la aplicación de este método podemos considerar como pionero del e. a Claude Lévi-Strauss (v.) en el campo de la Etnografía. También ha sido aplicado a la crítica literaria por Serge Doubrousky, Roland Barthes y Michel Foucault (este último es el filósofo más representativo del grupo); a la interpretación de Marx, por Louis Althusser; al psicoanálisis, por Jacques Lacan. La revista «Cahiers pour l'Analyse» ha polarizado a gran parte de los escritores estructuralistas.

1. Inteligibilidad del método estructuralista. F. De Sassure veía la Lingüística (v.) como parte de otra ciencia más amplia, la Semiología (v.), «ciencia de los signos»; la Lingüística tenía que ser una ciencia orientada al estudio de la vida de los signos (v.) en el seno de la vida social y de las leyes que los rigen (v. t. SIMBOLISMO). Después se habló de «estructura» (v.) allí donde los caracteres de los elementos dependen completa o parcialmente de los de la totalidad. Roland Barthes describe el análisis estructural en dos pasos: 1° En un primer paso (découpage o fraccionamiento) se definen las estructuras elementales que componen el sistema que se investiga; y se definen precisamente no por su «sustancia», sino por sus relaciones con otras unidades. 2° En un segundo paso (agencement u ordenación) es preciso descubrir en las estructuras elementales las distintas reglas de asociación y composición, según las cuales se construyen las estructuras más complejas.

Así, pues, el e. apunta primariamente no a las cuestiones de origen y de génesis, de mutuo influjo y de propagación de los lenguajes, sino al sistema interno de un lenguaje (v.). Llevado a sus últimas consecuencias, este punto de vista desemboca en la afirmación de que los conceptos científicos sólo tienen validez y sentido dentro del marco de la respectiva teoría (V. TEORÍA CIENTÍFICA). El estructuralista no se contenta con describir la estructura elemental de un sistema, sino que intenta integrar éste en la correspondiente y más compleja estructura de otro sistema.

De esta suerte, la actividad estructuralista supone una serie de oposiciones, susceptibles de ser reducidas a tres binomios fundamentales: lengua-habla, sincronía-diacronía, significante-significado.

1) Lengua y habla. De Saussure introdujo la distinción entre lengua (v.; institución social de signos codificables) y habla (el lenguaje, v., en cuanto que es concretamente hablado por un individuo). El objeto propio de la Lingüística es la lengua, la estructura permanente de un idioma. Así entendida, la Lingüística debe estudiar, por una parte, los estados del sistema, constituyéndose así como Lingüística sincrónica; y debe estudiar, por otra parte, los acontecimientos en el sistema, constituyéndose como Lingüística diacrónica.

2) Sincronía y diacronía. La Lingüística sincrónica estudia todo lo que concierne a la lengua en el interior del mismo ámbito, mientras que el habla se dispersa en los registros de la psicología y fisiología, y no puede constituir el objeto de una disciplina específica. Las estructuras diacrónicas no son vistas como productos de un fluir continuo, sino como el reajuste de la lengua. La diacronía está subordinada a la sincronía.

3) Significante y significado. Siendo el lenguaje un sistema orgánico de signos (v. SIGNO LINGÜíSTico), debemos distinguir entre significante (la parte del signo que es `materializada', es decir, perceptible, visible u oíble) y el significado (la parte que en el signo está escondida, es `inmaterial', es el sentido). El signo se constituye por rasgos diferenciales. El sistema es siempre un sistema de signos, resultante de la determinación mutua de la cadena sonora del significante y de la cadena conceptual del significado. En esta determinación mutua, no importan los términos considerados individualmente, sino los rasgos diferenciables; las diferencias de sonido y de sentido y sus mutuas relaciones constituyen el sistema de signos de una lengua. La estructura se define así por los rasgos de «sistematicidad», «relación opositiva» y «clausura». Sistematicidad, en primer lugar, pues el lenguaje no se reduce a los acontecimientos, fluctuaciones y cambios: hay una constancia que hace a una lengua ser una lengua, idéntica a sí misma en todas sus variaciones (de ahí la dualidad «procesos-sistema», sostenida en el binomio «habla-lengua» de De Saussure, en el binomio «uso-esquema» de L. Hjelmslev, en el binomio «acontecimiento-estructura» de Lévi-Strauss). Relación opositiva, en segundo lugar, pues el sistema debe ser descrito en términos estrictamente relacionales: no es suficiente considerar las significaciones como pegadas a los signos aislados, como etiquetas en una nomenclatura heterogénea, sino considerar los valores relativos, opositivos de estos signos en sus relaciones mutuas. Clausura, en tercer lugar, pues el conjunto de signos debe verse como algo cerrado, a fin de someterlo a análisis. La estructura queda definida así como «entidad autónoma de dependencias internas».

Con lo dicho, resalta que el tipo de inteligibilidad del e. se logra siempre que se pueda trabajar sobre un sistema constituido y clauso, estableciendo inventarios de elementos y de unidades lingüísticas, y situando estos elementos o unidades en relaciones de oposición, preferentemente binaria; después hay que establecer un álgebra (v.) o una combinatoria de estos elementos y de sus binomios de oposición.

Es obvio que la «lengua» es el aspecto del lenguaje que se presta a este inventario. En este nivel de inteligibilidad radican las limitaciones internas de los estructuralismos. Así las cosas, el e. no es una teoría filosófica sino un método, el cual intenta representarse los hechos (psicológicos o sociales) en la forma de un modelo abstracto.

2. La ideología estructuralista. El e. hunde sus raíces en el suelo de la filosofía inmediatamente precedente; fundamentalmente del racionalismo (v.; que prefiere el sistema determinístico a la persona) y del existencialismo (v.; que prefiere los problemas del yo concreto, desinteresándose en parte de la realidad exterior). El e. admite en parte el racionalismo, en su deseo de lograr la plena objetividad racional: subrayando la existencia de la naturaleza de las cosas; afirmando la posibilidad de un conocimiento de la misma, susceptible de traducirse en una teoría lógica formalizada matemáticamente; buscando las invariantes en el cambio, el sistema en los conjuntos. Y admite, en parte, también, el existencialismo: rehusando la noción de progreso histórico y la concepción triunfalista de la razón; integrando un elemento afectivo en el inconsciente. Pues bien, el método anteriormente descrito responde a las exigencias de explicar esa magnitud desconocida, inconsciente, la cual da su orden a lo conocido y consciente. La ideología estructuralista resulta de la generalización de los principios metódicos arriba esbozados. A continuación daremos un breve elenco de los principales términos en litigio.

1) Código-sentido. El análisis estructural se limita al código del pensamiento objetivo, tal y como se encuentra en las estructuras del lenguaje, independientes del sentido real y concreto que el sujeto le imprime cuando actualmente habla. A juicio de Lévi-Strauss, la Lingüística nos pone en presencia de un ser dialéctico y totalizante, pero exterior (o inferior) a la conciencia y a la voluntad. «Totalización no reflexiva, la lengua es una razón humana que tiene sus razones, y que el hombre no conoce» (El pensamiento salvaje, México 1964, 363).

2) Inconsciente-consciente. El hombre está inconscientemente sometido a las estructuras lingüísticas. De esta suerte, el inconsciente (v.) es un «sistema categorial», en el sentido kantiano, pero sin relación a un sujeto hablante. Este inconsciente puede definirse como algo homogéneo a la naturaleza; la conciencia (v.), centrada sobre el yo, es en realidad el producto y el resultado de múltiples influencias. El inconsciente puede ser detectado, en el mismo individuo, por las técnicas de análisis; en Etnografía, por el estudio de los mitos y -símbolos (Lévi-Strauss); asimismo, en Lingüística, viendo en la lengua el reflejo del alma de los pueblos: cada época es la manifestación superficial de profundas corrientes y, para hallarlas, hay que proceder a una función de arqueología, al término de la cual puede decirse que el hombre es «ese ser cuyo pensamiento está infinitamente tramado con lo impensado» (Foucault, Les mots et les choses, París 1966, 361).

3) Estructura-praxis. Al relacionarse con el marxismo, la ideología estructuralista ha querido poner de manifiesto la relación de estructura y praxis. Marx afirmó que los «filósofos se han dedicado a la interpretación del mundo, pero lo que se necesita es transformarlo»; para Marx (v.), la idea es impotente, y para convertirse en ideafuerza necesita que el proletariado la haga teórica y prácticamente suya. Esta teoría-praxis o este decir-hacer es diacrónico, pues se extiende a lo largo de la historia; de ahí el historicismo (v.) esencial del sistema de Marx. Pero el e. se opone a toda forma de historicismo; lo que Marx interpreta como una continua evolución historicista podrá ser a lo sumo entendido por el e. diacrónicamente, como una sucesión de reestructuraciones; el concepto que Marx tiene de la estructura, como producida por las fuerzas dialécticas en vigor, no se presta en absoluto a ser aplicado a un sistema cerrado y formalizado. Por eso, Althusser piensa que la unidad de infraestructurasupraestructura es ella misma estructural, es decir, relacional-sistemática. Para Althusser los conceptos de «socialismo» (v.) y de «humanismo» (v.) son incompatibles, pues desde el punto de vista marxista-estructuralista el primero es «científico», mientras que el segundo es «ideológico»; la historia (v.) no se debe comprender desde el concepto «hombre», sino desde la categoría de «estructura»; la historia no tiene un sentido humanístico, sino social-estructural. Si para Marx «teoría y praxis» van indisolublemente unidas, el e. de Althusser las desconecta; la dimensión de la «opción» marxista queda relegada al plano voluntarista, que es propio de la política, pero no de la teoría. El e. reduce al marxismo a pura «teoría científica», la cual tendría su contrapartida, en el plano político, en el comunismo (v.) con sus normas de acción.

4) Estructura-historia. El cosmos es un sistema cerrado y también lo es, por consiguiente, la humanidad; ésta queda incluso sometida a la ley de la entropía (LéviStrauss). La «historia», como proceso de liberación, el «futuro» como existencia más plena, la «esperanza» y parecidas categorías humanísticas, son típicas ilusiones occidentales, pero que están condenadas al fracaso.

Como balance general, se puede decir que el e. reacciona contra el acosmismo existencialista que, al aislar artificialmente el yo, establece una escisión radical entre el hombre y la naturaleza. La ligazón a la naturaleza, operada por el e., impide el delirio intemperante de la libertad, el lirismo de los temas de la angustia y las tentaciones del subjetivismo. Pero, de rechazo, el fenómeno «hombre» se convierte en un epifenómeno. Los hombres, así, no inventarían la lengua, el sistema de parentesco o el sistema de los mitos, sino todo lo contrario, éstos conducirían, envolverían y comprenderían a los individuos. Objeción fundamental al e. es, pues, que el hombre queda así envuelto o inmerso, disuelto, en la «objetividad» de la estructura. De esta suerte, el e. puede hacer la afirmación de que «el hombre ha muerto».

El e., como ideología o como sistema, es inconsistente ante las objeciones que cabe hacer a cualquier forma de positivismo (v.) concebido como método exclusivo de conocimiento (v. CIENCIA vii, 2-3); no es capaz de explicar o admitir realidades incuestionables como la libertad y responsabilidad, la moralidad, la persona humana, el sentido mismo de la existencia, etc. Como método, el e. resulta eficaz para determinados estudios en diversos campos, como la Lingüística, la Lógica, para encontrar las constantes o invariantes que se dan en diversas formas de la sociedad y de la cultura, etc.

sábado, 3 de mayo de 2008

El Valor del Trabajo

Comenzar es de muchos; acabar, de pocos, y entre estos pocos hemos de estar los que procuramos comportarnos como hijos de Dios. No lo olvidéis: sólo las tareas terminadas con amor, bien acabadas, merecen aquel aplauso del Señor, que se lee en la Sagrada Escritura: mejor es el fin de la obra que su principio

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Autor San Josemaría

jueves, 3 de abril de 2008

Agua, un recurso escaso y estratégico

Si bien el agua es uno de los elementos más abundantes en nuestro planeta, poco a poco se está convirtiendo en un bien escaso a causa de los cambios climáticos, la contaminación y su desaprovechamiento. Millones de personas en el mundo carecen de este preciado bien, necesario para la supervivencia.

La crisis causada por la escasez de agua, su mala administración y los problemas de saneamiento siguen constituyendo serios obstáculos para alcanzar en 2015 los Objetivos de Desarrollo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para el Milenio. En ese sentido, la ONU hace hincapié en la importancia del buen gobierno y la adecuada administración de los recursos en el ámbito nacional e internacional.

A pesar de los compromisos adquiridos en el contexto de los Objetivos del Milenio, el avance que se ha conseguido en la cobertura de los servicios de abastecimiento y saneamiento no es suficiente: actualmente una de cada seis personas no accede al agua potable, dos de cada cinco carecen de saneamiento adecuado y todos los días 3800 niños mueren por enfermedades asociadas a la falta de agua potable y de saneamiento.

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), para 2025, 1800 millones de personas vivirán en países o regiones con total falta de agua y dos de cada tres sufrirán su escasez. Las personas ya afectadas están dentro de las zonas más pobres del planeta y más de la mitad residen en China e India, de acuerdo con estimaciones de la ONU. La mayoría de los países de Medio Oriente y Africa del Norte padecen una grave escasez de agua, al igual que otros como México, Paquistán, Sudáfrica.

Actualmente no tienen acceso a agua potable 1100 millones de personas, en tanto que otros 2600 millones no disponen de condiciones higiénicas básicas. Ocho de cada diez enfermos de países en desarrollo sufren enfermedades relacionadas con el agua, que causan además una gran mortalidad, también entre los niños: cada ocho segundos muere uno por falta de agua potable. Los niños del mundo desarrollado consumen entre 30 y 50 veces más agua que los nacidos en países en desarrollo. A todo esto hay que sumar las consecuencias del cambio climático, que acelerarán la desertización en Africa, donde además no deja de aumentar la población y por tanto el consumo. Esto podría provocar migraciones en busca de agua hacia lugares con mayores recursos, como la Unión Europea.

Por otro lado, la falta de un saneamiento adecuado, que afecta en pleno siglo XXI a 2600 millones de personas, el 41 por ciento de la población mundial, es una grave amenaza para la salud y una ofensa a la dignidad humana. De esta cifra, 980 millones son menores de 18 años, y 280 millones de ellos tienen menos de 5 años, lo cual hace de la infancia uno de los sectores más amenazados, según señaló Philip O Brien, director regional de Unicef, con ocasión del Día Mundial del Agua, que se celebró el 20 del mes último, y que coincide en esta ocasión con la declaración de 2008 como el Año Internacional del Saneamiento.

La necesidad y los diferentes usos del agua seguirán creciendo en forma sostenida, por lo que el aprovechamiento sustentable de dicho recurso trasciende los aspectos de orden técnico, dado que constituye un desafío político, social, económico, ambiental y cultural que compromete a la sociedad en su conjunto no sólo para el presente, sino también de cara al futuro.

De La Nación 3/4/08